Por: Javier Ernesto Guardia Bosñak.
No fueron los levantamientos de nuestros Pueblos Originarios (tras siglos de saqueo; violaciones; asesinatos; estigmatización y criminalización por parte de Monarquías europeas y de aquella proto oligarquía criolla que nacía y que luego se consolidara hasta nuestros días), montoneras salvajes atentando contra lo «civilizado» y contra las posibilidades de desarrollo de la nueva Patria que intentaba nacer. No lo fueron.
No fueron las luchas y la sangre derramada por los Caudillos Federales, un intento por imponer la barbarie como método de convivencia ciudadana o el divisionismo territorial, como régimen constitutivo de lo que luego dio en llamarse República Argentina. No lo fueron.
No fue la inagotable y paciente lucha de Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen, que culminara en la Revolución del Parque; en el voto Secreto y en el triunfo del primer Gobierno Nacional y Popular (exactamente a cien años de nuestra Declaración de la Independencia), un intento por arrasar con una Argentina en teoría Potencia Mundial; blanca y europea. No lo fue.
No fue el 17 de Octubre por Perón; la bella dureza de Evita para decir y actuar; y la Confederación General del Trabajo, un plan macabro para destruir un País justo para con sus mayorías populares; equitativo al distribuir la tierra y sus riquezas; soberano para decidir sobre sus recursos e independiente para relacionarse con el mundo. No lo fue.
No fueron el Tucumanazo y el Cordobazo, movimientos subversivos y conspirativos contra el sistema Democrático, intentando sembrar la anarquía estudiantil y una dictadura sindical con expropiación de empresas mediante. No lo fueron.
Ninguna de las acciones y reacciones que el Campo Nacional y Popular tuvo a lo largo de nuestra corta historia fueron causa (como la mentirosa historia oficial intentó imponerlo siempre), sino consecuencia (como la criminal Oligarquía Criolla quiso justificarlo, siempre).
Y allí están, para dar testimonio de esta verdad, los cuerpos mutilados y calcinados de niñes; mujeres y hombres de la Plaza bombardeada en 1955. Allí está el tercio de la población que Tucumán tenía allá por 1966, que debió dejar su Provincia luego de ejecutado el Plan del cierre de Ingenios Azucareros, para llenar las Villas Miseria del conurbano bonaerense, dejando a sus espaldas pueblos fantasmas de tanta tristeza y de nostalgia.
Están allí nuestres 30.000 seres de luz, saliendo – lentamente – a los amaneceres de la Verdad, a pesar de la sistemática negación de Justicia por parte del Poder Real Argentino y de la Derecha criolla (mediocre; ignorante y entreguista), cegados en destruir la Memoria colectiva que los Organismos de DDHH vienen ayudando a construir, ya que su propia memoria los incomoda socialmente, aunque en ningún momento los atormenta ni los interpela.
Allí están, la mano y el arma, a centímetros del rostro de la Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Allí está, el aristocrático Sistema Judicial Argentino, haciendo todo para que no se descubran al verdadero cuerpo y al verdadero terrorista cerebro, que dirigieron a aquella mano y a aquel arma.
Allí están, los fascistas de siempre, cada día más nazistas en sus visiones; en sus declaraciones y hasta en sus Editoriales, pidiendo balas para los reclamos Laborales o sembrando dudas sobre la veracidad de un atentado contra la Democracia y de un intento de magnicidio.
Siempre fueron los mismos enemigos de la Patria, a veces pintados de trigo y ganado; otras, de Dios, Patria y Hogar; otras, de empresas públicas y de petróleo entregados; otras, de soja y litio. Su ropaje cambia según el contexto y según sus propias conveniencias y privilegios, pero lo que nunca podrán cambiar, es su adicción a la sangre del Pueblo derramada masivamente, a la que consideran impura, diametralmente opuesta a la de ellos o a la con la que ellos – delirantemente – creen tener.